Prevención de lesiones en el jugador de golf

Prevención de lesiones en el jugador de golf

Fuente: Revista DEPORCAM numero 47

El golf es uno de los deportes más apreciados en la actualidad. Combina actividad física, destreza técnica y contacto con la naturaleza. Sin embargo, a pesar de parecer una disciplina poco dada a las lesiones, los nuevos jugadores corren el riesgo de sufrirlas si no comienzan su ejercicio con una guía y supervisión adecuadas.

Frecuentemente se asocia la práctica del golf a un perfil de usuario y un patrón de ejercicio concreto: varones de cierta edad que no invierten grandes esfuerzos en su realización.

Nada más lejos de la realidad, este deporte goza de una implantación creciente en todos los estratos de edad, teniendo especial importancia la aparición de escuelas para los más pequeños y el auge del que actualmente goza el golf de élite. Así mismo, su práctica regular requiere un determinado nivel de técnica y esfuerzo que los no iniciados tardan en conseguir. Todo ello aumenta el riesgo de aparición de ciertas lesiones, características de esta disciplina.

El movimiento del swing merece un apartado propio dentro de este artículo. Su correcto aprendizaje supone un quebradero de cabeza para los iniciados, una garantía de buenos resultados para los jugadores más expertos y una fuente de lesiones si no se realiza teniendo en cuenta la biomecánica corporal. Es un movimiento de potencia preciso: rápido y corto. Requiere la aplicación de una fuerza y velocidad intensas que si no son coordinadas de forma adecuada pueden ser la fuente de una gran proporción de lesiones.

Partiendo de una posición estática frente a la bola se realiza un movimiento inicial que incluye una rotación del cuerpo, una inclinación y una extensión en la elevación del palo. En la segunda parte del swing, durante la bajada, se produce un movimiento más agresivo y de mayor velocidad. Se repite la secuencia de rotación, inclinación y extensión inversa a la practicada durante la fase de subida.

El swing hace del golf una actividad eminentemente asimétrica y unilateral, aunque en realidad requiera el empleo de la práctica totalidad de la musculatura corporal. Por supuesto, el grado de implicación de cada una de las regiones anatómicas es distinto y merecen una atención detallada por separado. Si ponemos nuestra atención en la mitad inferior del cuerpo podemos destacar las siguientes lesiones relacionadas:

– Hip pointer. Así se conoce al dolor producido por la tracción ejercida por los músculos oblicuos del abdomen sobre la cresta ilíaca de la pelvis. Afecta sobre todo a jugadores jóvenes con alteraciones músculo esqueléticos durante sus primeros contactos con el swing. También se da en veteranos debido a la rigidez musculo-ligamentosa que se produce como consecuencia del envejecimiento natural del cuerpo.

-Tendinopatía de los adductores. Propio de jugadores de cierta edad que realizan su primera toma de contacto con el golf sin un acondicionamiento físico previo apropiado. Durante el aprendizaje del swing, el acúmulo de tensión por realizar una técnica aún poco depurada por el jugador se suma a la sobrecarga por el deseo de progresar en el juego.

– Fracturas de estrés en la pelvis y cuello del fémur. En ambas situaciones las jugadoras femeninas postmenopáusicas son las más afectadas. La pelvis más ancha y la pérdida de calidad del hueso en esta etapa de la vida favorecen su aparición. Si bien con un tratamiento adecuado su pronóstico es bueno, el retraso o error en su diagnóstico pueden agravar el cuadro y en ocasiones incluso requerir cirugía.

– Síndrome de pinzamiento fémoro-acetabular. No se trata de una dolencia exclusiva de esta disciplina. Su verdadero origen se debe a alteraciones previas de la pelvis o la cabeza del fémur que se desarrollan durante el crecimiento y producen un conflicto de espacio entre los dos huesos en los extremos del movimiento. En cualquier caso, paciente jóvenes que dediquen un gran esfuerzo y dedicación al golf son susceptibles de desarrollar esta patología.

– Sobrecarga del compartimento interno de los muslos. Durante el swing, el cuerpo genera una torsión con el objetivo de almacenar energía que será liberada al golpear la pelota. El tronco realiza un movimiento de pívot de 90º, la mitad de los cuáles se deben al movimiento de la pelvis. En el momento de máxima tensión y rotación sobre el eje del cuerpo se genera un gran arco cinético cuyo recorrido atraviesa la región interna de la rodilla. A este nivel pueden surgir lesiones tales como la afectación del menisco interno de la rodilla, dolor por un estiramiento excesivo del ligamento colateral interno de la rodilla o, incluso, desgarros y roturas musculares o ligamentosas degenerativas en pacientes de cierta edad.

– Prótesis (rodilla y cadera). La población portadora de algún tipo de prótesis a nivel de cadera y/o rodilla no ha dejado de aumentar en los últimos años. El incremento de la esperanza de vida y el desarrollo de la cirugía ortopédica son los principales responsables de esta situación. Así, nos encontramos con un sector de nuestra sociedad que tras este tipo de intervenciones pretende recuperar (o iniciar) una actividad física regular. Estos pacientes sobretodo deben evitar actividades de alto impacto, tales como aquellas que supongan saltos repetitivos sobre las articulaciones operadas para evitar el desgaste precoz de los materiales implantados. Por fortuna este tipo de actividades no se realizan durante la práctica del golf por lo que estos pacientes generalmente no suelen tener problemas.

Muchos optan por el golf debido a su fama de deporte “poco lesivo” y, si bien las persona portadoras de prótesis pueden dedicarse a su práctica sin problemas, es preciso tener en cuenta una serie de recomendaciones. Dichos consejos aquí abajo detallados son extensibles al resto de golfistas aficionados y profesionales ya que su cumplimiento es garantía de prevención de lesiones, mejora de la técnica de juego y, finalmente, de disfrute de la actividad.

Un programa completo de preparación debe incluir una sesión de calentamiento y estiramiento previo a la propia realización de la actividad. Esto asegurará que los músculos se encuentren listos para su rápida contracción cuando sea necesario. El empleo de una vestimenta cómoda y un calzado adecuado con tacos es básico para asegurar una buena sujeción de nuestras extremidades al suelo durante el swing.

Como en cualquier otro deporte, el golfista requiere un entrenamiento específico. El aprendizaje de una correcta técnica no sólo garantizará mejores resultados en el campo de la competición, sino que también servirá como método preventivo de lesiones y como estímulo positivo para continuar con su práctica de forma periódica.