Innovación y medicina deportiva: la excelencia quirúrgica al servicio del deportista.

Innovación y medicina deportiva: la excelencia quirúrgica al servicio del deportista.

Fuente: Revista DEPORCAM 50

La relación entre actividad física y medicina remonta su origen al de la propia humanidad. Allí donde había un grupo humano, las habilidades atléticas no eran sólo fuente de salud, sino que garantizaban la supervivencia. Y era esa cualidad única de la compasión que poseen los humanos la que garantizaba que las lesiones, heridas o fracturas derivadas de la actividad de los miembros del grupo fueran curadas o, al menos, tratadas.

En la actualidad, la naturaleza de esa relación no ha cambiado en su esencia. El deporte sigue suponiendo una fuente de salud (aunque la actividad física no sea imprescindible para garantizar nuestra existencia, sí que mejora la calidad de la misma). Y la medicina continúa velando por la prevención y tratamiento de los perjuicios que el ejercicio nos puede acarrear.

Es responsabilidad de los profesionales sanitarios y científicos la de no acomodarse nunca en la ayuda que pueden proveer al paciente. Sobre todo, cuando este es deportista y sus expectativas y rendimiento implican una mayor exigencia de resultados.

Los últimos años han traído un desarrollo exponencial de técnicas y dispositivos que han venido a enriquecer la capacidad de actuación de los cirujanos ortopédicos a la hora de asistir a sus pacientes en general y a los profesionales deportivos en particular.

Un ejemplo concreto de toda esta escalada terapéutica y tecnológica es su aplicación a la cirugía de Ligamento Cruzado Anterior (o LCA). Esta estructura anatómica, vital para la estabilidad de la articulación de la rodilla, puede suponer una pesadilla para profesionales deportivos (atletas, preparadores, médicos, fisioterapeutas, etc.) cuando se ve afectado. El LCA se encuentra, como decimos, a nivel de la rodilla conectando los dos extremos óseos de la articulación: fémur y tibia. Ejerce, junto a los ligamentos colaterales y al ligamento cruzado posterior, de estabilizador de la articulación durante su movimiento. La protege de una eventual luxación al prevenir una excesiva traslación hacia delante de la tibia respecto al fémur, al tiempo que evita una rotación excesiva de la articulación.

Durante la activada física y, específicamente, en deportes como el fútbol, baloncesto o toda aquella disciplina que involucre saltos, giros y cambios bruscos de velocidad el LCA será sometido a un sobreesfuerzo. Grandes desaceleraciones que involucren una aproximación de la cadera y una suma de extensión, rotación interna y valgo de rodilla son susceptibles de provocar el desgarro o rotura del ligamento.

A nivel preventivo y diagnóstico, ésta y otras lesiones deportivas han experimentado recientemente un gran avance gracias al surgimiento de estudios de biomecánica y entrenamientos personalizados o innovadoras técnicas complementarias como la resonancia magnética. No obstante, estos progresos no serían suficientes si no fueran acompañados de actualizaciones a nivel terapéutico.

Es aquí donde la bioingeniería viene a facilitar las habilidades de los médicos y a reforzar el tratamiento de los pacientes. Uno de los principales escollos a los que se enfrenta un cirujano ante una intervención es la incertidumbre acerca de cada caso particular. La variabilidad del cuerpo humano hace que las referencias anatómicas no siempre sean claras y condicionen el resultado de la intervención.

Por otro lado, un atleta sometido a una operación sufre también de esta inquietud debido a su desconocimiento de las técnicas a realizar y de los resultados que caben esperar. Hay que recordar que de los efectos del procedimiento dependen tanto su salud como su futuro profesional.

La intervención quirúrgica aporta aquí nuevas soluciones ante estos viejos problemas. Su objetivo final es conseguir la excelencia quirúrgica: un escenario donde médico y paciente pueden moverse y comunicarse en un escenario de seguridad, sabiendo que todo el conocimiento y herramientas disponibles están siendo aplicadas al caso que a ambos involucra.

La realidad virtual permite al usuario sumergirse de lleno en la que será su cirugía. Sobre un modelo anatómico que reproduce con fidelidad su propio organismo, es informado por el profesional que le intervendrá sobre la naturaleza del problema y dónde y de qué manera se desarrollará el procedimiento quirúrgico.

Los cirujanos, por su parte, pueden disminuir su margen de inseguridad al saber que sus decisiones se encuentran respaldadas por la experiencia que numerosos compañeros han depositado en la “nube” en forma de casos prácticos y actualizaciones de bibliografía. El desarrollo de modelos 3D y de navegación intraoperatoria implementan la capacidad de abordaje y de resolución de problemas antes, durante y después de que la intervención sea llevada a cabo.

Todo ello suma de cara a garantizar el mejor resultado posible para unos pacientes cuyas demandas y necesidades van más allá de lo normal. Aunque hemos entrado más en detalle en un tipo específico de intervención, por su prevalencia e importancia en el ámbito deportivo, la potencial aplicabilidad de estas nuevas técnicas es casi ilimitada. Otras intervenciones de mayor envergadura tales como las prótesis de rodilla o cadera podrán beneficiarse del respaldo tecnológico que estos avances aportan.

El objetivo es conseguir una “cirugía a medida” que individualice cada caso y garantice que todo paciente reciba la mejor alternativa posible como tratamiento a su dolencia. Deporte, medicina y bioingeniería se unen así para actuar como punta de lanza de avances que terminarán por redundar en el resto de la sociedad. La cirugía nunca dejará de ser un arte pero, en su vertiente de ciencia, irá incorporando nuevas herramientas que vengan a enriquecer su campo de acción y el beneficio de sus destinatarios, pacientes y deportistas de todos los niveles.